Lunes ruta tranquila

El día de ayer, después del recorrido largo en bicicleta, seguia considerado irme en bici, así que inicié el día de forma normal. Mi esposa iría a la oficina, por lo que tenía que revisar su carro.

Me levanté faltando diez minutos para las 6:00 a. m. y de inmediato salí al patio. El clima era fresco, con nubes grises adornando la mañana. Charly, como siempre, llamó mi atención, queriendo que jugara con él, pero yo seguía en modo sueño. Encendí el auto y le di una sacudida; el polvo se impregna demasiado.

Los minutos pasaron volando. Me preparé un café para terminar de despertar por completo. Aún me quedaban algunos minutos antes de comenzar la rutina, así que aproveché para hacer unas modificaciones a mi página web. Era el momento perfecto para eso, y también para despertar.

Rápidamente llegó la hora de iniciar la rutina. No quería salir tarde. Primero le di de comer a Charly, después a los otros guardianes. Todos comieron rápido. Ordené rápidamente la ropa que llevaría al trabajo y preparé mi mochila.

No pude revisar mi bici 29. Sigue con el problema del desviador desde el último evento de la Empolvada. El cable que lo controla se deshiló, impidiendo colocarlo. Esta semana la lavaré bien y la repararé dentro de la casa. No había de otra: tenía que usar la bici 27.5, la misma que usé ayer. Para mi sorpresa, todo estaba en orden. La cadena seguía limpia a pesar de los kilómetros de ayer. Esa es la diferencia de circular en pavimento: el desgaste es mucho menor.

Preparé el desayuno. Es vital comer algo; la pedaleada de la mañana exige al cuerpo. Llegó el momento de salir. La bici estaba lista, y yo también.

Charly se enojó otra vez al verme partir sin él. El colmo fue que, ya pedaleando, me di cuenta de que no llevaba mis tenis formales. No podría entrar al trabajo así que regresé. Perdería unos cinco minutos… y una vez más a batallar con Charly.

Recompuse rápido. Esta vez no habría nada que me detuviera. La recomendación era no usar la bici hoy, pero haría la ruta con baja intensidad, bajando así un poco el riesgo de lesión.

Salí de la colonia. Me tocó esperar un poco para incorporarme a la carretera, pero el clima fresco hacía agradable la espera. Todo se contemplaba.

En el primer hueco que dejaron los autos, ingresé. Sentí un poco pesadas las piernas, pero rápidamente se adaptaron. Las calles estaban activas pero tranquilas; los autos en su carril, yo en el mío. Iba revisando mi espejo continuamente para orillarme más cuando se aproximaba un tráiler o camión.

Avancé hasta el Refugio con calma. El tiempo, a ese ritmo, no era malo. No hubo nada fuera de lo normal: los autos fluían igual que yo. El clima fresco ayudaba mucho a mantener un ritmo constante sin sentir desgaste.

Finalmente llegué al trabajo en 30 minutos, con algunos pequeños dolores en las rodillas, nada preocupante. Tomando en cuenta la larga ruta de ayer y los efectos que a veces se hacen presentes por la artritis reumatoide con la que lucho, el balance fue positivo. No dejo que me afecte. No hoy.

Lunes ruta tranquila

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