Martes soleado ruta tranquila veloz

Después de los últimos días calurosos, dormir se ha vuelto más complicado. Ayer, el calor causaba cierto malestar al acostarse, pero no fue impedimento para conciliar el sueño con rapidez.

Me desperté en un par de ocasiones durante la noche. Al revisar el reloj, aún era temprano. Finalmente me levanté faltando diez minutos para las seis.

El clima estaba fresco, y el silencio reinante daba una sensación de armonía total. Preparé un café y, al asomarme por la ventana, una neblina densa cubría la colonia. Todo seguía en pausa.

Aproveché esa calma para revisar algunos pendientes en la computadora, mientras dejaba que el cuerpo despertara poco a poco. El tiempo pasó volando. La rutina ya no podía esperar.

Al salir a alimentar a los guardianes, la frescura de la mañana se sintió como un regalo. Es curioso cómo a veces necesitamos una obligación para salir temprano de casa. En mi caso, mis perros me dan ese empujón para vivir la mañana.
La energía del cuerpo estaba al cien, y ellos también lo sentían. Cada uno recibió su comida en su lugar, llené sus cubetas con agua. Me apuré un poco, ya tenía el sartén calentando. El desayuno es esencial para comenzar el día.

Tenía lista la ropa del trabajo y la de ciclismo. Hay que llegar limpios; una buena presentación siempre es importante.

Metí a Duna a la casa para que pasara un rato con nosotros. Rápidamente fue a saludar a mi esposa, como siempre. Me divierte verla tan emocionada al encontrarla. Cuando no la ve, la busca por toda la casa. Tal vez recuerda que fue ella quien la subió al carro aquel día en el desierto.

Yo soy más disciplinado; si se portan mal, les llamo la atención. La disciplina es necesaria para que todo funcione.

Llegó el momento del desayuno, uno de los más agradables del día porque lo comparto con mi esposa. Comimos con calma mientras charlábamos.

Faltando cinco minutos para las ocho, ajusté los últimos detalles: luces, casco, chaleco. Metí a Charly a la casa. Había arroz que debía comer, y aproveché que no me viera partir.

Después del recorrido del domingo, lo ideal era descansar. Pero decidí continuar, con cuidado extremo de no exigirme.
El sol ya estaba fuerte. Me cubrí la cara con el buff y comencé el recorrido.

Rápidamente me incorporé a la carretera libre. El primer kilómetro era bajada, solo quedaba disfrutar el aire en la cara y la velocidad, mientras observaba la ciudad en crecimiento.

El semáforo me dio el paso. Coloqué una marcha media: plato medio, piñón chico. Cada pedalada me impulsaba sin esfuerzo. El reloj marcaba 23 km/h, sin presión en los músculos.

Llegó la primera subida. También la tomé tranquilo. Me daban ganas de apretar, pero me contuve. Logré subir a ritmo medio. El cuerpo seguía fresco.

Visualicé el tráfico para cambiar al carril lento desde el camellón. Vi un hueco y lo tomé. Avanzaba bien, pero el semáforo del Refugio me detuvo.
Esperé. Observaba las caras de los demás. Cada quien en lo suyo. En cuanto cambió a verde, di paso a dos autos, tomé el carril y lancé un sprint. Es zona de taxis, y entre más rápido la cruces, más seguro.

Subí hacia El Laurel por el bulevar 2000. La bici, con más velocidades, me dio una marcha perfecta, ni dura ni ligera. Subí a 21 km/h, buen ritmo considerando la pendiente.

Una vez más, tomé camino por el monte cruzando las vías. Al reincorporarme a la carretera, miré el reloj: faltaban ocho minutos para mi hora de entrada. No presioné.

Coloqué un cambio duro, cadencia media. Rápidamente subí a 28 km/h. En la carretera llevaba el carril lento, pero un tráiler iba a cruzar, así que frené junto a otro auto, dimos paso y retomé velocidad.

El último semáforo estaba en rojo, pero pude cruzarlo con precaución: no venían autos. Ese movimiento me ayudó a tomar los últimos metros sin tráfico.

Finalmente llegué al estacionamiento. No me abrieron de inmediato. El guardia era nuevo, me pidió la credencial para ingresar. No era un requisito, pero no me conocía ni sabía el protocolo.

Estacioné la bici. El recorrido tranquilo me permitió recuperarme muy rápido, ganando tiempo para iniciar las labores.

Sin duda fue uno de los mejores recorridos que he hecho: 28 minutos sin exigencias, y un clima agradable.

Martes soleado ruta tranquila veloz

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