Jornada de transición controlada

Publicado el 12 June 2025


Durante la tarde de ayer adelanté todas las tareas. Preparé el lonche para el día de hoy, dejé lista la ropa, y aún me quedó tiempo para escribir un poco. Me fui a dormir a las 11:10 pm, conciliando el sueño casi de inmediato. Durante la noche desperté un par de veces —a las 02:00 y a las 04:30—, pero pude volver a dormirme sin dificultad. A las 05:50 abrí los ojos nuevamente; era hora de levantarme. Mi esposa tenía que salir al trabajo y debía estar pendiente de su salida.

Todo fluyó con tranquilidad. Al verla salir sin contratiempos, aproveché para adelantar algunas tareas domésticas. Limpié el patio y sacudí los carros, que llevan tiempo inmóviles desde que la bicicleta se ha vuelto el transporte habitual. Después, tocaba el cambio de patios para los perros, un movimiento que ya es parte de nuestra rutina.

Ellos parecían anticipar lo que venía. El más inquieto fue, como siempre, Charly; al sacarlo a la calle, incluso con la cadena, tira con fuerza, desbordado por esa energía indomable que le da su sangre de pastor belga. Duna, emocionada de compartir espacio con Oso, lo persiguió un buen rato; solo se escuchaban los choques de sus cuerpos mientras jugaban en ese juego de persecución alegre. Charly y Porra se observaron como dos desconocidos tanteándose: Charly erguido, firme, y Porra provocándolo con el juego típico de su sangre husky, siempre dominando las persecuciones.

Mientras tanto, la Bestia quedó a cargo de la vigilancia de la casa. Su ladrido fuerte retumbó cuando un perro callejero intentó acercarse. En medio de los movimientos de perros, calentaba el sartén; era necesario desayunar, pues las energías serían importantes para el recorrido matutino en bicicleta.

Dejé todo listo y cerré el portón a las 7:58 am. El recorrido comenzaba. Esta vez lo haría distinto: fuerza, pero a baja cadencia. Tardé un poco en incorporarme a la carretera libre hacia Tijuana. Algunos agentes policiacos realizaban revisiones vehiculares, lo que ralentizaba el tráfico de autos.

Al entrar en ruta, la imagen amplia de la carretera libre se desplegaba ante mí: al fondo, las instalaciones de Hyundai y las cajas de los tráilers apilados; abajo, la zona urbana extendiéndose. El inicio fue sencillo, aunque los semáforos no estuvieron de mi lado: puros rojos. Aun así, aprovechaba esas pausas para contemplar el entorno, ese movimiento inicial de la ciudad despertando.

Me mantenía fiel al plan: no exigirme. No revisé el reloj hasta la primera subida, simplemente confirmé que la app estuviera registrando. Al aparecer la notificación, vi que mantenía buena velocidad sin mayor esfuerzo, lo cual era positivo.

En la bajada, la atención debía mantenerse: descender a 40 km/h en tierra puede ser riesgoso; un descuido basta para caer. Encontré un hueco en el tráfico y logré incorporarme al carril lento. En el semáforo del Refugio me detuve; la zona de taxis estaba desordenada, obligándome a descender de la bici y continuar por la banqueta. Superado ese tramo, el camino se liberó.

A un costado rodaba un compañero ciclista, alguien con quien comparto rutas en Strava pero que no conozco en persona. Es bueno, un modelo a seguir y punto de comparación. Él avanzaba firme por el Blvd 2000, mientras yo sorteaba los obstáculos de los juegos mecánicos, perdiendo tiempo en maniobras. Opté por salir por el monte y evitar el tráfico. Al reincorporarme, revisé el reloj: 8:24 am. Buen tiempo, considerando mi salida algo tardía.

Pensé que sería un recorrido tranquilo, pero pronto el viento jugó en mi contra, obligándome a sostener una cadencia más intensa para no perder el ritmo. Aunque no lo sentía en el cuerpo, el reloj marcaba una media de 25 km/h, lo cual era satisfactorio.

El semáforo de Samsung me dio el paso en verde, permitiéndome subir un poco la velocidad. En los metros finales, antes de llegar al trabajo, siempre prefiero evitar llevar autos demasiado tiempo detrás de mí.

Llegué tranquilo. Me abrieron el portón y hubo tiempo suficiente para la transición de ciclista a personal de oficina. Una vez más, satisfecho de haber disfrutado el recorrido sin el estrés de los autos. Y agradecido de tener un cuerpo que, pese a luchar con una enfermedad autoinmune, reacciona como uno sano.

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