El regreso con retraso

Ya casi era la hora de salir. Se empezaba a sentir esa emoción de libertad, ese momento esperado del día, cuando de pronto recibí una llamada. Un usuario tenía un problema, y era necesario revisarlo. Faltaban apenas 10 minutos para salir, pero esta llamada pronosticaba que nos quedaríamos más tiempo.

Junto con un compañero comenzamos a revisar el caso mientras la oficina poco a poco se vaciaba. Buscábamos cualquier detalle que nos diera la solución. Los minutos pasaban y el problema seguía sin resolverse. Finalmente lo encontramos y pudimos darle solución, pero ya habían pasado 30 minutos. Salimos un poco alterados de la oficina. Es lo peor: atender un problema justo al cierre, cuando todo está listo para salir. Pero ni modo, a veces toca y hay que atenderlo.

Hoy solo quería recuperar los minutos perdidos. No me cambié de ropa; solo me coloqué el chaleco amarillo de seguridad y, sin ponerme guantes, salí directo a la carretera. Tomé la ruta con buena intensidad, lo necesario para liberar el estrés de la jornada. Ya con los 30 minutos de retraso, el tráfico estaba muy tranquilo. El sol pegaba suave, un excelente clima para recorrer las calles y disfrutar la tarde.

Avanzaba con buena velocidad, sin exigirme demasiado. En los primeros 2 km llevaba una media de 25 km/h, bastante buena considerando la inclinación. Después llegó la gran subida, la cual superé sin problemas. No hubo exigencia, la subí con fluidez, sin sentir molestias recientes de mi resfriado.

Seguía pedaleando con intensidad, avanzando con soltura. El tráfico seguía tranquilo. Llegué al refugio, el punto medio de mi recorrido. Desde ahí planeé mi estrategia: avancé por el camellón hasta la gasolinera antes de llegar a Maclovio Rojas. Mantuve buen ritmo, exigiéndome solo al final de la subida —un minuto en zona 5— lo cual fue bueno, considerando que ya había subido otra con mayor inclinación antes.

Logré incorporarme a la carretera libre en la gasolinera para tomar el carril lento. El resto del camino hasta Ojo de Agua fue tranquilo. Llevaba buen ritmo hasta que dos perros me detuvieron, los que siempre salen en el establecimiento de Las Cariñosas. Reduje la velocidad; una persona salió y los metió a su propiedad. Esa pequeña pausa me hizo perder la velocidad ganada, por lo que tuve que acelerar nuevamente. Ya no hubo más interrupciones, salvo el último semáforo de Ojo de Agua que me hizo detenerme. Esperé un poco, y una vez más, a ganar velocidad. La última subida me exigió un poco más antes de llegar a casa. Al entrar a la colonia había completado el recorrido de regreso al trabajo con buena intensidad: 36 minutos. Satisfecho con el tiempo y el rendimiento. Prácticamente todo el trayecto lo mantuve en zona 3, lo cual es ideal para no desgastar el cuerpo en estas rutas de rutina.

El regreso con retraso

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