Presa el carrizo

Publicado el 04 May 2025

Día 32 — Pedalear hacia uno mismo
Hoy es el tercer día de descanso dentro de un periodo de cinco. Un puente bien aprovechado, tomando dos días de vacaciones tras el feriado del 1 de mayo. No es descanso absoluto, claro: he salido en bicicleta todos los días, sin excepción. Van 32 días consecutivos. La rutina ya no pesa: se ha convertido en necesidad.
Ayer salí a las 9:00 p.m.
El día se me fue en un viaje fuera de la ciudad. Llegué tarde. No era la mejor hora, pero la promesa que me hice no entiende de excusas. La bici se ponchó durante los primeros km me dio tiempo de regresar, cambié por otra sin luces. Salí igual. Terminé el recorrido como quien cumple una parte vital del cuerpo.
Hoy preferí hacerlo de día, para evitar los tropiezos de la noche.
Elegí mi ruta favorita: San Pedro, pasando por la presa El Carrizo.
Hay algo en ese camino que me sujeta, que me devuelve.
Tal vez la paz de la terracería, tal vez el tramo de carretera donde los autos ya no me intimidan.
O quizás simplemente el saber que ese paisaje ya me reconoce.
Monté mi Specialized 29, más ligera, más ágil en las subidas.
Solo diez velocidades, lo justo para encontrar el ritmo.
Preparé todo: teléfono cargado, agua, herramientas. El cielo nublado no amenazaba, al contrario, era un techo suave que agradecí.
Desde la primera subida pedaleé de pie. El cuerpo respondió como si conociera el guión.
El viento soplaba hacia el este, a mi favor. Aceleré sin ansiedad, solo por el placer de ir.
El tramo plano llegó pronto. Bajadas suaves. No hay técnica aquí —o tal vez ya he dejado de notarla—.
Lo que antes era reto ahora es parte del lenguaje.
Llegué al mirador de la presa El Carrizo.
Silencio.
Una pausa que no pedí, pero que recibí como regalo.
Tomé agua. Respiré. Agradecí.
Cada vez disfruto más estos instantes. Ya no pedaleo solo por avanzar: pedaleo para estar.
El cuerpo ya no se queja. Se adapta. Responde.
La semana pasada hice 75 km.
Hoy, con 25, no había necesidad de demostrar nada.
Tomé algunas fotos. No por vanidad: por memoria. Por si algún día dejo de venir.
San Pedro me recibió con vida tranquila: niños en bici, comida en la calle, rostros de sol.
El regreso fue con viento en contra, pero no me molestó.
La gran bajada hacia la carretera libre fue un vuelo: aire en la cara, paisaje amplio, el tiempo detenido.
De nuevo en la subida. Pedaleé de pie otra vez.
No por cansancio, sino por gusto. Por empujar.
Por sentirme ahí, entre el asfalto y el esfuerzo.
Volví a casa sin drama.
Feliz, sereno, lleno.

Ver el mundo con mis propios ojos, tomar aire, sol, paisaje…
Eso también es salud.
Eso también es vida.

👁 Leída 1 veces