Jueves 29 de mayo- clima despejado soleado

Publicado el 29 May 2025

El día laboral había terminado. Esta vez, sin incidentes de última hora como suele suceder. Un amigo y yo salimos rápido de las instalaciones, con el simple deseo de alejarnos un poco de la rutina, de sentir que aún se puede vivir la vida. Bromeábamos mientras caminábamos, celebrando que era un día menos, y notamos que, a diferencia de otras tardes grises, hoy había sol.

El cruce que da paso al estacionamiento requiere atención: muchos conductores no prestan la debida, solo quieren avanzar, y ya hemos tenido más de un susto. Entramos, nos despedimos, él siguió su camino y yo el mío, montado en mi bici, rumbo a casa.

Me preparé para el recorrido. El guardia de seguridad me abrió la puerta de la primera rampa —el cambio reciente en la entrada y salida ha resultado eficiente—, así que salí sin demora, le agradecí su labor y me incorporé al camino con cautela.

Comencé a ritmo moderado. El primer semáforo tarda mucho en dar paso, así que no vale la pena acelerar. El clima era agradable; no hacía calor, y eso hacía del trayecto algo placentero. Los camiones de Samsung ya habían salido, siempre lo hacen en caravana, y hay que tener cuidado al pasar junto a ellos.

Afortunadamente, el carril de baja velocidad suele estar libre. La rodada 29 me da mejor tracción y velocidad sin tanto desgaste, así que aceleré. El camino que he tomado últimamente me gusta: poca interacción con autos, salvo por una subida fuerte en las vías rumbo al Laurel. Aun así, la superé sin problema.

Después vino la bajada hacia El Refugio. Hay que estar atento: hay dos intersecciones donde se debe ceder el paso. Crucé con calma y esperé el semáforo que me daría acceso al camellón —la opción más segura para no cruzarme ni con taxis ni peatones. El camino estaba despejado. Aceleré hasta la gasolinera, los autos iban lentos, yo solo los rebasé. En la gasolinera, personal de tránsito controlaba el flujo para evitar congestionamientos. Me incorporé a la carretera, tomé el carril y logré girar a la derecha sin detenerme.

De ahí en adelante, el camino fue sencillo. Solo me detuve un momento al notar la intención de dos perros de seguirme. Me vieron frenar y perdieron el interés.

Tomé mi carril de nuevo y seguí directo hasta la bloquera. Entré a la colonia. Había llegado. Satisfecho, relajado, con el cuerpo en calma. Listo para compartir la tarde con mi esposa.

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