Desempolvada 2023
Publicado el 05 October 2023
Durante el evento de “La Empolvada”, los mismos organizadores ya hablaban de otro paseo: La Desempolvada.
Una ruta por carretera pavimentada, de Tecate a Vallecitos, rumbo a Ensenada. 50 km.
La temática: disfraces del Día de Muertos.
No tenía bicicleta de ruta, pero algo dentro de mí quería hacerlo.
Preparé mi bici rodada 26. Ajusté el desviador frontal. Necesitaba que funcionaran todos los cambios.
No conocía el camino, pero llevar todas las marchas me daba seguridad.
Iba con la mente en modo desafío.
Ese domingo madrugué, llegué a Tecate y el centro ya estaba bloqueado.
Preparé la bici, me acerqué al parque. Vi de todo: niños, ciclistas ocasionales, élites…
Chicas disfrazadas de catrinas. Color y nervio en el ambiente.
Dieron el aviso.
Primero arrancaron los élite, luego los de modalidad paseo.
Yo me quedé hasta el final… y empecé.
Sin control, sin estrategia. Solo con fuerza.
La primera subida, saliendo de Tecate, fue pesada.
Aun con bici de montaña, mantenía buen ritmo.
En las subidas, se notaba quién entrena seguido.
En las bajadas, las bicis de ruta me rebasaban como viento.
El camino a Cerro Azul fue largo, exigente.
Luego vino una bajada de unos 10 km hasta Valle de las Palmas.
Ahí aproveché para recuperar.
El sol aún no golpeaba fuerte. Pero las subidas regresaron.
No paré en los puntos de hidratación. Quería avanzar.
La gran subida antes de El Testerazo exigió todo. No era muy inclinada, pero sí larga.
Rebasé a muchos ahí… pero, como antes, perdí la ventaja en bajada.
Después, el camino me era desconocido.
Cada curva pensaba que era la última. Pero no.
Una y otra vez, la meta se escondía.
Al fin, un letrero: Vallecitos.
Ya no disfrutaba el paisaje. Solo quería terminar.
Una patrulla desvió al pelotón por un tramo de terracería.
La meta estaba junto a un restaurante, donde sería la premiación.
Cruzamos. Me dieron la medalla.
Busqué sombra. Me senté. Media hora sin moverme.
50 km con ritmo bueno. Pero lo mejor aún no ocurría.
El regreso
Ya lo había decidido: regresaría en bici.
Algo que meses antes parecía imposible, ahora era mi reto.
El sol ya pegaba fuerte.
Salí con ritmo moderado. La clave era no explotar.
Cada subida era una batalla.
Mientras regresaba solo, veía pasar carros con bicis montadas…
Muchos ya iban de vuelta. Yo apenas comenzaba.
En Valle de las Palmas, recargué agua y comí algo.
Descansé 30 minutos.
Luego venía lo más duro: la subida a Cerro Azul.
Larga, continua, exigente.
Otro ciclista también regresaba. No hablamos, pero compartíamos camino.
Hasta que lo vi cambiar de carril… pidió ayuda y subió a un auto.
Yo seguí. Solo. Desgastado. Pero no vencido.
Racionaba el agua.
Me obligaba a seguir. Paso a paso, pedaleo a pedaleo.
Cuando llegué a Cerro Azul, sentí que era posible.
Eran cerca de las 2 p.m.
Tomé un descanso, pero el cuerpo ya no se recuperaba igual.
Las piernas seguían respondiendo, aunque el cansancio se notaba.
El último tramo tenía una subida final antes de llegar a Tecate.
La tomé con calma.
Ya entrando a la ciudad, bajé el ritmo.
Crucé tranquilo. Llegué a mi carro.
Y así fue.
La Desempolvada se convirtió en un fondo de 100 km.
Sin quererlo, era mi primer gran fondo.
Y lo hice solo.
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