La Empolvada 2023 — 10 de septiembre
Publicado el 10 September 2023
Yo no estaba tan metido en ese ambiente, no lo contemplaba... hasta que vi el flyer en Facebook.
La ruta prometía: Presa Las Auras, saliendo desde Aborigen Cocina del Campo, y regresando por Loma Tova, en Tecate. Caminos que ni siquiera sabía que existían.
Eso fue lo que me motivó. Eran 43 km, contra los 34 que ya había hecho. Sonaba extremo. Además, el terreno sería más complicado. Me llegó la duda.
Saludé a un amigo con quien subí el Cuchumá, el que llegó primero ese día. Le pregunté sobre La Empolvada, y me dio esperanzas:
—Si subiste el Cuchumá, puedes con esto —me dijo.
También le pregunté la diferencia entre modalidad paseo y élite.
—La élite es carrera —me explicó—. Pero si traes fuerza, deberías intentarlo.
Confiado, acepté el reto.
Compré el pase. Y ese domingo llegué al evento. Nada que ver con el paseo de los bomberos en Tecate.
Ahora se veían ciclistas experimentados. Algunos habían llegado en bici desde otros puntos. Otros bajaban sus bicis de autos. Se notaba la categoría.
Llegué al punto de arranque. Era un día soleado y caluroso.
Los élite encabezaban la salida. Yo, sin saber, me coloqué hasta atrás. Me dijeron que debía arrancar primero. Pedí permiso para incorporarme.
El sonido anunció el arranque. Contaron… y salimos.
En los primeros kilómetros traté de seguirles el ritmo. El suelo suelto ya me advertía el tipo de camino.
En la primera subida, entendí de qué estaban hechos: avanzaban como si nada mientras yo me esforzaba.
A lo lejos vi una subida súper inclinada. Creí que ahí los alcanzaría —me tenía confianza en las subidas—, pero ellos eran mucho mejores.
Llegó la subida. No pude pasarla sin bajarme.
Nunca había visto algo así: inclinación, suelo suelto, calor, polvo… una combinación que me causaba ansiedad.
Logré subirla. Pensé que sería la única. Pero no. Faltaban al menos tres subidas más, igual de intensas.
A lo lejos alcanzaba a ver a los élite. Nada que ver conmigo.
Ya en la segunda subida me alcanzaron algunos de modalidad paseo que traían buen nivel. También me dejaron atrás, pero yo seguía avanzando.
Subida tras subida… llevaba unos 10 km.
Al llegar a lo alto, la vista era impresionante. Tecate se veía allá abajo.
Los cerros altos ya no lo eran. Estábamos en las alturas. Unas flechas señalaban el camino.
Las seguía sin prisa. Ya no era carrera. Era resistencia.
Vinieron unas bajadas agresivas. Nunca había enfrentado algo así.
No estaba preparado. Bajé de la bici y lo hice a pie, con cuidado. Perdí mucho tiempo.
La presa Las Auras se veía majestuosa. En medio del suelo seco, ahí estaba el agua.
Pasamos por un puente. Había que tomar fotos. Un recuerdo.
Ahí me topé con una chica. Mostraba talento y fuerza; ganó el segundo lugar en la modalidad femenil.. Compartimos camino por unos kilómetros.
En el primer punto de hidratación tomé agua. Y ahí me encontré de nuevo con la chica del paseo de bomberos —la que me enseñó cómo hacer las cosas.
Pero esta vez fue diferente. Ahora solo pude seguirle el ritmo… por un rato.
Ya llevaba más de mi distancia típica. Mi cuerpo no daba para más. Ella avanzó como si nada. Ya no la volví a ver.
Fui rebasado por muchos ciclistas.
En el punto de vuelta en Chula Vista ya no traía energía, pero seguía pedaleando.
Vi a los élite de regreso. Ellos ya casi llegaban a la meta. Yo apenas llevaba la mitad del recorrido.
El regreso también tuvo subidas. Y una gran bajada antes del último tramo.
El camino ya no era tan arenoso ni pedregoso.
Llegué muy cansado, asoleado… pero lo logré: 43 km en 2 horas con 40 minutos.
Al final, un Powerade de cortesía de Coca-Cola supo a gloria.
La premiación se llevó a cabo. Dos hermanos, los Gastélum, compartieron el podio. Y el primer lugar… todo un referente del ciclismo en Baja California: Emilio Azcona.
Fue en ese momento cuando comencé a reconocer a los grandes de este deporte. A admirarlos por sus tiempos, por su fuerza, por la disciplina que se necesita para alcanzar ese nivel.
Empezaba a ver la vida distinto.
No todo era trabajo. También se trataba de tomar pausas… y vivir. Sentirla.
Nunca fui una persona que disfrutara del deporte. Nunca hubo un ejemplo.
Pero este evento me enseñó todo eso: disciplina, perseverancia, humildad.
Llegué a casa rendido. No estaba preparado para algo así.
Me dio alergia por el polvo del camino.
Mis brazos y mi rostro ardían por el sol.
Durante días seguí pensando en esas subidas.
A pesar de haber practicado… no eran nada comparadas con esas.
Sin duda, ese evento me puso en mi lugar.
No podía considerarme “bueno” con apenas cinco meses en la bicicleta.
Pero sí podía seguir. Aprender. Y volverme mejor.
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