Fin de semana para pausar

Publicado el 19 May 2025

Después de 40 días con un mínimo de 90 minutos de actividad diaria y al menos 500 kcal gastadas por sesión, el cuerpo empezó a resentir el desgaste. Ya desde la semana pasada se manifestaba el agotamiento, así que las rutas diarias al trabajo comenzaron a hacerse en intensidad baja. El efecto fue inmediato: el descanso se volvió más profundo, el sueño reparador regresó, y por primera vez en semanas, los ladridos de los perros no lograron despertarme.

Se hicieron ajustes conscientes en la rutina: cenas más ligeras, baños nocturnos más temprano. Con esos cambios, el cuerpo recuperó algo de su centro.

Las rutas del fin de semana se planearon distinto. No había intención de exigencia ni distancias largas. El sábado hice una ruta de 30 km: subí a San Pedro, y a mitad de la bajada tomé el atajo hacia la presa El Carrizo, cruzando por el cerro para volver a subir a San Pedro.

Inicié la ruta a las 9:10 a.m., con clima fresco, ideal para dejar al cuerpo moverse con comodidad. Subí el gran camino con buena intensidad, quedándome apenas a 3 segundos de igualar mi mejor tiempo. Pero no era la meta romper récord, solo sentir la intensidad cómoda. Promedié 18.8 km/h, completando la ruta en 1h 38min, con la mayor parte del recorrido en zona 3 (128–145 ppm) y apenas 4 minutos en zona 5. Fue, sin duda, una sesión de alto rendimiento nacida de un descanso programado.

El domingo fue día de mantenimiento: limpié el patio de maleza, reparé los frenos de mi bici, lavé las bicis y cambié el aceite del carro de mi esposa. Ya por la tarde salí a rodar. Fue una vuelta corta, 13.83 km, hasta la mitad de la subida a San Pedro. La hice con una intensidad muy baja: 27 minutos en zona 2 y 13 en zona 3. La ruta no fue para entrenar, fue para la mente. Para sentir el viento, ver el mundo desde primera persona. Regresé al atardecer, en silencio, con el corazón tranquilo.

Una vez más, completé la ruta del día… feliz por estar escuchando al cuerpo y dejándolo reposar.

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