Fin de semana de madres y pedal

Fin de semana de madres y pedal
El fin de semana había terminado, pero el Día de las Madres se había hecho presente, así que decidimos adaptarnos y celebrar desde el sábado.

El entrenamiento ciclista no fue suspendido. Ya forma parte de la rutina diaria. Ambos días fui a San Pedro. El sábado fue una rodada tranquila, mientras que el domingo le imprimí más intensidad. La idea era mantener una actividad física moderada para evitar lesiones, pero sin dejar de exigirme. La subida larga a San Pedro se ha vuelto mi favorita: poco tráfico, carretera amplia… es fácil disfrutar del recorrido.

Ambos días estuvieron calurosos, así que salí temprano para evitar el golpe de calor. La actividad física no ha sido suspendida desde hace 38 días. Mínimo 90 minutos y al menos 500 kilocalorías por sesión. Me he adaptado a ese ritmo, aprendiendo a controlar las zonas de esfuerzo para no tener que hacer pausas innecesarias.

El sábado por la tarde visitamos a mi mamá. Mi esposa y yo nos alistamos y salimos rumbo a Tecate. Allá el clima era más sofocante, pero no nos impidió disfrutar del día. La familia reunida, entre pláticas, chistes y anécdotas, hicimos del momento una celebración sencilla pero agradable.

El domingo tocó festejar a mi suegra. La cita era a las 10:00 a.m., así que después del recorrido ciclista me alisté rápidamente y nos dirigimos al lugar. No había desayunado, confiando en que el servicio sería rápido. El restaurante era medio abierto, el calor se colaba por las puertas, pero unos ventiladores aliviaban un poco el ambiente.

Fue un lugar agradable, aunque la espera por la comida se hizo un tanto larga y desesperante. Pedí un omelet con café. Al final, lo importante era compartir, convivir y celebrar a las madres. Un día feliz que no deberíamos limitar solo a las fechas festivas.

A veces la rutina puede parecer una repetición infinita —rodar, sudar, comer, cumplir— pero basta un detalle distinto, una pausa con mamá, una mesa compartida, una sonrisa entre el calor, para recordar que el equilibrio no está en renunciar a lo que hacemos, sino en encontrarle sentido.

Celebrar a quienes nos dieron vida no debería depender de un calendario. Así como no dejo de mover las piernas cada día, tampoco debería dejar de mover el corazón. Porque al final, el verdadero entrenamiento también es emocional: sostener la constancia sin volvernos fríos, avanzar sin olvidar a quiénes tenemos al lado.

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