Despertar entre ideas, café y carretera

Publicado el 09 May 2025

La noche fue difícil. No descansé como lo planeado. A las 2:00 a. m. me levanté por el escándalo de unos perros callejeros que estaban peleando con otro. Mis perros se encendieron al escuchar los ladridos; no sé qué les provoca eso exactamente… ¿les hierve la sangre? ¿Quieren intervenir? ¿Unirse? No lo sé. Solo sé que no me gustan las peleas. Me parecen innecesarias. Incluso el box me resulta agresivo.

Volví a dormir y me levanté a las 5:50 a. m. Ya no había ruido. Solo una tranquilidad infinita.

Preparé un café y me quedé un momento viendo por la ventana. Esos momentos simples… se disfrutan mucho más de lo que uno admite. Después de un rato, mi mente comenzó a activarse: ideas de inversiones, ajustes para la página… así que me puse a trabajar en ellas.

El tiempo pasó rápido. La obligación se presentó: alimentar a los perros, preparar el desayuno. Las rutinas de siempre. El clima era fresco, despejado.

Mi bicicleta estaba ponchada desde ayer. Por un momento pensé en parcharla, pero eso habría puesto estrés al arranque del día. Así que decidí usar la bici 29 que estaba colgada. Parcheé el tubo roto y lo dejaré para revisarlo con calma. No había prisa. Tenía el tiempo justo para arrancar sin presión.

Preparé unos omelets de nopales que mi madre me había dejado el día anterior. Sencillo, pero nutritivo. Fue una mañana tranquila. Compartí un rato con mi esposa. Hicimos planes para la tarde: juegos de mesa para relajarnos un poco, una lectura ligera que ya se está volviendo rutina. Lo estamos disfrutando.

El recorrido hacia el trabajo comenzó a las 8:00 a. m. No tenía intención de exigirme, así que empecé con un ritmo tranquilo. Pero el cuerpo se activa solo, ya tiene memoria, y terminé aumentando la intensidad. Aunque el clima ya era más caluroso, el viento ayudaba a refrescar.

El trayecto fue tranquilo. Sin perros, sin autos amenazantes. Solo fluir por la carretera. Ya cerca de las vías, apareció un perro. Desde la mordida del día de antier, estoy tomando precauciones. No lo dejé acercarse; lo ahuyenté.

Al llegar al parque industrial El Florido se sentía calma. Calles amplias, solo algunos tráileres estacionados que obligaban a incorporarse al carril lento.

Fue una ruta tranquila. Lo justo para despejarme, para estar bien despierto… aunque el cuerpo no haya tenido el descanso que merecía.

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