Otra vez en el camino

Después de una semana y media sin pedalear, debido a las vacaciones, llegó el momento de retomar la rutina. Al volver a casa todo estaba bajo control, los perros nos recibieron con alegría y terminamos acostándonos tarde, a las 12:30 a. m.
Desde el día anterior ya había dejado lista la bici: lavada, con la cadena engrasada y preparada para salir temprano. Al despertar, el cielo estaba nublado. Los días previos había llovido a ratos, y este parecía no ser la excepción. Tomé un café —sin fruta ni plátano a la mano no habíamos ido a la tienda por la ausencia— y salí a las 8:00 a. m. con un ritmo tranquilo. El clima fresco y el cielo gris hacían agradable el recorrido, aunque había más tráfico del que recordaba.
Poco a poco las piernas pidieron más velocidad. El camino Tijuana–Valle de las Palmas seguía igual, sin cambios en mi ausencia. En algunas zonas corría una brisa ligera, sin nubes cargadas de lluvia. Llegué a San Pedro con la idea clara: haría unos 50 km hasta el Valle. Bebí un poco de suero y bajé hacia la UABC; el tramo era casi plano, con partes dañadas en el asfalto. Apreté el paso. El tráfico exigía atención al espejo retrovisor, pero los autos respetaron mi espacio. Incluso los perros de las casas al borde del camino, que siempre intentan perseguirme, se desanimaron ante la cantidad de vehículos.
El Valle de las Palmas lucía distinto: los cultivos de repollo habían crecido rápido, de plántulas a cabezas redondeadas en apenas una semana y media. Por un momento pensé seguir hacia Tecate, pero ya era tarde, así que giré en la carretera libre Tecate–Ensenada para iniciar el regreso.
La meta era mantener una media de 20 km/h, lo que implicaba rodar a 25 km/h en plano para compensar las subidas, incluida la de San Pedro. La escalé con marcha ligera, sin presionarme, y una vez arriba entré al poblado: todo estaba en calma, solo unos chicos jugaban fútbol en la cancha.
De nuevo en la carretera principal, la bajada y los siguientes 5 km planos se hicieron rápidos. Al pasar la gasolinera, casi llegando a casa, decidí extender un poco más: avancé hasta la Conoco y regresé. El tráfico era intenso en esa zona, con autos incorporándose constantemente, así que rodé con precaución.
Al final, después de 3 horas y 56 km, llegué sin incidentes. El cuerpo respondió, la mente se despejó y el clima invitaba a seguir, pero era suficiente: la rutina de la bici estaba de vuelta tras el descanso prolongado.

Otra vez en el camino

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