El viernes sociable

Publicado el 22 August 2025

Viernes: doble felicidad, porque hay paga. El ánimo por las nubes, ese es el ambiente que se respira en este día.
El calor era intenso, y no tenía el menor interés en salir a comer fuera. Aunque fue incómodo no ser parte del grupo que se organizó para ir por mariscos, me mantuve firme y comí en el comedor de la empresa. La comida no decepcionó: chiles rellenos, un platillo poco común en el menú. Pedí también una crema, frijoles, verduras, ensalada y media naranja de postre. Una comida completa. El ambiente en las instalaciones era tranquilo; muchos salieron a comer, así que esta vez me tocó comer solo. Lo agradecí: comí despacio, con calma, y todavía me quedó tiempo para pensar qué hacer.
Me lavé los dientes y, en ese momento, apareció en mi mente la caminata clásica que había dejado de hacer en los últimos días. Era el momento. A pesar del clima, salí decidido.
Tomé mi sombrero para el sol y bajé las mangas de la camisa que llevaba en los hombros, para no quemarme. En cuanto salí del edificio, el calor se hizo presente. Busqué la sombra de los edificios y avancé. El viento soplaba ligeramente, lo cual ayudaba. El recorrido comenzaba.
Llegó el tramo sin sombra, y esperaba que al menos el viento golpeara de frente, pero todo estaba en calma. Por suerte, no había cansancio. La temperatura corporal se mantuvo estable; no sudaba ni me sentía agotado. Al llegar a otra zona de edificios, caminé por la orilla para mantenerme cubierto. A medio camino hice una breve pausa. El aire soplaba en todas direcciones, y por un instante me sentí afortunado de haber salido a caminar, a sentir la libertad.
El regreso fue por el mismo camino, pero esta vez el calor y el sudor comenzaron a hacerse notar. Bajé el ritmo y puse más atención en mantenerme bajo sombra. Al llegar nuevamente al tramo sin cubierta, el sudor empezó a brotar con más intensidad. Cambié ligeramente la ruta, buscando la escasa sombra que proyectaba un edificio cercano. Y entonces, en el último tramo, todo cambió: árboles grandes y frondosos ofrecían la protección que tanto buscaba. Al pasar por ahí, el cuerpo se estabilizó de inmediato; el sudor se contuvo, y la temperatura descendió poco a poco. Había logrado completar un recorrido que, al inicio, parecía imposible.
Una vez más, confirmé que la mente puede ser tu enemiga… o tu aliada. Todo depende de lo que decidas y de lo que realmente quieras.

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